Habitar lugares extraños
Crónica de un invierno, una barra, y el regreso a lo que soy.
Han sido unos meses intensos y extraños.
Para quien no me conozca, abrí este Substack en noviembre de 2023 y escribí con regularidad hasta noviembre de 2024, justo un año.
En julio emprendí uno de los viajes más importantes de mi vida, por amor. Y, cuando regresé, tuvimos que dejar lo que había sido nuestro hogar durante los últimos cuatro años. Aunque fue una decisión nuestra, había resistencia. Yo no quería soltar aquello, pero entendí que es necesario dar espacio a lo nuevo para poder seguir avanzando en el camino. Todo este proceso me ha llevado a un intento continuo de querer escribir por aquí, pero no poder llevarlo a cabo.
El loco, desde la guarida, comienza su camino
Así comenzó una nueva etapa: volví a vivir en un piso compartido con dos de mis mejores amigas. Como había dejado mi trabajo para hacer ese viaje transformador, al regresar tuve que volver a buscar, con cierta angustia, algo que me diera de comer. Fueron meses en los que sentía que todo iba muy lento, y yo necesitaba respuestas inmediatas, en medio de un invierno duro. Estaba dispuesta a entregarme de lleno a mi carrera como actriz y a buscar algo que resonara con lo que yo soy. En parte lo encontré, y en parte no.
Empecé a trabajar en un bar con espectáculo durante las cenas, lo que se suele llamar un dinner show. El trabajo en sí es divertido: conectas con gente, te conviertes en una hacedora de felicidad, una gran animadora que sonríe por encima de sus posibilidades y sube a la gente a bailar a la barra. Lo mismo dábamos de beber vino de un porrón que cantábamos una canción de Guns N' Roses o una balada de Robbie Williams.
No tengo dudas de que es un trabajo más cercano al mundo escénico que muchos otros, pero me ha supuesto un verdadero reto. Cantar, al final, era lo más fácil. Lo difícil era sostener la energía, ser encantadora durante seis horas seguidas aunque el corazón pidiera auxilio, lidiar con una multitud de personas —ebrias y sobrias— que muchas veces sobrepasaban todos los límites de la cordialidad, incluso servir copas para no ser un estorbo. Tengo que reconocer que eso acabó gustándome un poco. Entraba en una forma de meditación en movimiento, pero sin mantras… con borrachos. Hay diferencias palpables, pero de todo se aprende. Con las anécdotas de este símil a Bar Coyote, creo que podría escribir un libro.
La noche sirve para sostener los cuerpos dormidos
Aprendí. Me gustó. Pero la noche, no.
La Isabel que seguía los ritmos circadianos y exploraba cómo habitar el suelo desde un lugar amplio y sano decidió, durante unos meses, experimentar qué pasaba si rompía con todos esos esquemas y se polarizaba. El proyecto en el que hablaba sobre esta investigación interna (Innerrhythm) era un mundo bastante desconocido para mí, que intenté pisar desde la consciencia. Pero había que dar el callo, estuvieras como estuvieras; tenías que saber atender con gracia. Aquí siempre se ofrece un 360 por el mismo precio. Y si eres algo “tierna”, espabilas.
Ha sido un lugar muy hostil… hasta que me hice a él. Y, entre medias —en ese proceso de adaptación—, la vida me pasó por encima… o yo a ella. Pero sí, al final el ser humano dice: hay que adaptarse al medio para sobrevivir. Y dejas la consciencia para otro momento.
Me lo tomé como un reto personal:
"Isabel, tienes que poder con esto. No puede ser que te aplaste. No puedes ser tan blandita", me repetía a mí misma.
Me sentía mal porque era algo relacionado con lo escénico, con lo artístico, pero las condiciones eran duras en todos los sentidos. Ha sido una especie de batalla interna. Lo hice. Mejor o peor, pero me adapté, a mi manera. Aun así, había partes de mí que seguían sintiéndose ajenas.
El eterno retorno
Entonces es cuando volví al punto de siempre, haciéndome la pregunta ritual:
¿Cuál es mi lugar, dónde pertenezco?
Lo sé. Sé cuál es. Pero a veces el sistema te hace perderte de nuevo en este círculo vicioso de la supervivencia. Hay que tomar decisiones arriesgadas para llegar a esos espacios donde una puede desplegarse con libertad. No es gratis, ni se hace sin perder cosas por el camino. Tenemos derecho a decidir qué tipo de persona queremos ser y dónde nuestras habilidades artísticas (en mi caso) pueden florecer mejor.
Respetarse es complejo, porque hay momentos en los que solo se puede desde una posición privilegiada. Y, de hecho, creo que yo la tengo. Si no, no estaría aquí reflexionando sobre esto. Creo que se aprende mucho tocando el barro por momentos. Hay vidas que no tienen otra opción, porque ni siquiera existe un espacio donde puedas hacerte estas preguntas.
He aprendido mucho y solo puedo agradecer esta experiencia. Ha sido intensa y compleja. Quizá vuelva alguna noche concreta, pero no como algo habitual.
Aprender a combatir desde un lugar extranjero se vuelve un aprendizaje extremo.
La belleza del cubo de basura
He tenido una debilidad en este trabajo: las personas mayores y los que vienen como viajeros solitarios, a olvidar, embriagándose. Hay algo profundamente humano en cada alma que vaga por un bar. Un puñado de historias entrelazadas que se encuentran por un instante para deshabitar sus cuerpos e intentar florecer desde donde no se conocen.
Ahora me encuentro en un cruce de caminos. Dejo la noche para empezar a trabajar en una obra teatral. Llevo una semana de ensayos y sí, sé cuál es mi lugar, aunque a veces no pueda frecuentarlo.
Substack también es mi sitio: las palabras, la música, lo creativo, lo interno, la belleza, la espiritualidad, lo que nos hace trascender sin sustancias.
Si soy sincera, tengo el cuerpo muy dolorido. Llevo en una montaña rusa desde marzo, pero presiento que ahora comienza otro viaje. Esta vez, fuera del túnel.
Con amor,
Isabel
Siempre quise trabajar en un bar por lo que mencionas, las historias que vagan allí pero también puedo comprender que no es nada sencillo.
¡Feliz inicio de viaje y qué bueno leerte más por aquí!